Ayer soñé contigo




Ayer soñé contigo. Ya no recuerdo más los sucesos aislados, solo sé que continuamente nos transformábamos el uno en el otro, yo era tú, tú eras yo. Finalmente, no sé cómo, te prendiste fuego, pero recordé que el fuego puede ser sofocado con ropas, agarré un viejo traje y te golpeé con él. Pero ahora empezaron de nuevo las metamorfosis y llegó el momento en el que tú desaparecías, mientras tanto era yo el que ardía y el que, también, golpeaba con el traje. Pero eso no servía en absoluto y así se confirmaba contra el fuego. Mientras tanto, sin embargo, habían llegado los bomberos y no obstante la situación, tú, de alguna manera, fuiste salvada. Pero ahora estabas distinta, espectral, como dibujada con una tiza en la oscuridad y caíste entre mis brazos exánime o quizá solo desvanecida por la felicidad de haber sido salvada. Pero aquí también la incertidumbre de la transformación se hizo presente, porque quizás era yo el que caía en los brazos de alguien.

Franz Kafka, Cartas a Milena

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